jueves, 12 de agosto de 2010

[BIBEC] Una biblioteca sentimental (panorama de la literatura infantil)

La tendencia de los libros álbum, que combinan diseño, texto e imagen, no sólo introduce al niño a la literatura sino que aporta al desarrollo de su educación estética.
 
Para mí fueron Los Cuentos del Chiribitil. Esa colección publicada por el Centro Editor de América Latina que se distribuía semanalmente y que mis padres compraban en los kioscos del barrio. Ese fue mi primer acercamiento a la literatura. De todos esos volúmenes –más de 40– recuerdo especialmente dos: El mono doctor (de Guido Cinti, ilustrado por Tabaré) y El carretel de tía Iris (de Marta Giménez Pastor, ilustrado por Claudia Alché). Pero los recuerdo con lujo de detalles: el mono disfrazado de médico a punto de cortarle los pies a una señora dolorida, los chicos navegando un hilo de agua que inundaba el living. Formaba parte de un proyecto dirigido por Graciela Montes y coordinado por el mítico Boris Spivacow quien ya había marcado un antes y un después en la divulgación de la literatura infantil. Primero, en el 57 con su colección Bolsillitos y en el 68 con Los cuentos de Polidoro.

Está claro que mi biblioteca de niña era mucho más acotada en cantidad de la que tendrán mis hijos. Según datos de la Cámara Argentina del Libro, el total de publicaciones del año pasado destinado a niños y jóvenes se incrementó en 7 millones en relación a 2006. Y se publicaron 1.700 títulos más que hace tres años. Random House Mondadori es de las que hace rato se dedican con especial atención a los niños. Hoy publica alrededor de 60 títulos por año. Pero su área de infantiles nació en 1988 (todavía Sudamericana) con una colección que sería –y todavía es– históricamente prestigiosa: Pan Flauta, de la mano de autores como Canela (quien fundó el departamento), Ema Wolf y Ana María Shua. Norma, Alfaguara, Planeta, FCE todas las grandes editoriales tienen su división de infantiles. La española Urano, por ejemplo, desde el año pasado cuenta con su sello Uranito. Sucede que la literatura vende, y eso le importa al mercado. Para Noemí Bank, una librera con 36 años de oficio, el aumento en las ventas se relaciona con la escuela, pero también con cierta ampliación del espectro literario: "las maestras piden textos literarios complementarios cada vez más", explica, "y hay más oferta del libro objeto donde lo visual o lo estético tiene una impronta muy fuerte." Aquí es interesante detenerse. Porque lo cierto es que editoriales que antes no parecían interesadas en el campo editorial infantil hoy incluyen en su catálogo un género particular: el libro álbum.

Se trata de libros en los que diseño, texto e imagen aparecen cuidadosamente integrados, cuyas ilustraciones originales se exhiben en museos o galerías. Libros que no son fáciles de producir por costos y esfuerzo, pero que afortunadamente, cada vez se publican más. Adriana Hidalgo, por ejemplo, desde el año pasado ofrece este tipo de libros. Pero no se trata de una tendencia solamente local. Escritores, ilustradores y editores coinciden en que hay un auge del libro álbum a nivel mundial. México y España hace rato que lo exploran. La producción local es más reciente y llegó de la mano de editoriales como Del Eclipse (y su colección: Libros álbum del eclipse dirigida por Istvansch, artista y promotor incansable del género), unaLuna, Calibroscopio, El gato de hojalata, Pequeño editor, La Brujita de papel, entre otras.

"Estos son libros revolucionarios en cuanto a lo que es el arte", dice Judith Wilhelm, quien junto a Walter Binder dirige la editorial y ahora librería Calibroscopio. Y señala Haiku (Calibroscopio, 2009), de Iris Rivera y María Wernicke, que ganó el premio destacado de ALIJA 2009. Se trata de un libro escrito "a dúo de verdad", como dice Wernicke en su blog, donde no tiene sentido hablar de texto e imagen como dos momentos disociados. Wilhelm señala éste pero podría también hablar de El libro negro de los colores de Menena Cottin y Rosana Faría, publicado por los mexicanos de Tecolote, otro de los tesoros que exhibe su mesa de novedades. Un libro completamente negro, pero que habla sobre la textura de los colores.
Hay quienes sostienen que el libro ilustrado es el aporte más notable que la literatura infantil le ha hecho a la literatura. Concepto discutible quizás, pero interesante en tanto celebra esa relación tan particular entre el libro y los niños: la de escuchar y ver. Sucede en los primeros años, cuando el alfabeto es todavía un gran misterio, pero se mantiene también después cuando al placer de ir descifrando lo escrito se le suma la posibilidad de leer e interpretar ese otro lenguaje: el del dibujo, la pintura. "Con las imágenes y el lenguaje plástico pasa algo similar a lo que sucede con otras artes como la literatura o la música", dice la multipremiada autora e ilustradora, Isol. "La diferencia es que culturalmente (o pedagógicamente, tal vez), la literatura tiene una valoración que no se discute, en cambio se suele ver al arte expresado a través de herramientas visuales como algo que puede estar o no en la vida de uno, una vez que uno ya aprendió a leer y escribir. Como si la lectura de palabras fuera parte de nuestra construcción como ser de la cultura occidental, y la lectura de imágenes no. Aunque es sabido que a veces una imagen vale más que mil palabras, y que ciertas ideas consiguen llegar a nuestros cerebros por la manera en que se presentan visualmente, por lo cual sería bueno no estar analfabetos frente a esto."

Y no se trata de utilizar el libro ilustrado o el libro álbum con un anacrónico afán pedagógico, sino de hacer que el libro sea para los niños fuente de estímulos estéticos. No sucede siempre, claro. Y entre otras cosas, depende de la confianza que el editor, al imaginar la parte visual del libro, tenga en la capacidad imaginativa y de comprensión de los niños. Una ilustración que replica lo que dice el libro –"que reemplaza la palabra por el dibujito", como dice Isol– se corresponde con una idea muy limitada del niño –y de su infancia. En este sentido es interesante el planteo de una editorial como Pequeño Editor. Libros donde el diseño, la ilustración y el texto forman una unidad que los convierte en objetos de difícil clasificación. Como Nubes, uno de los últimos lanzamientos de la editorial. Aquí, Bianki –autor del libro pero también editor y director "ad honorem" de la editorial – decidió intervenir una cantidad de fotografías de nubes. Invitó a otros artistas y al niño lector/dibujante también, claro: nubes que esperan que alguien les dé forma. "Entiendo que es muy importante iniciar a temprana edad a un niño en la lectura. Es muy probable que si esto se da, la persona no deje de leer", dice Bianki. "En el caso de la relación con las imágenes, puede ocurrir algo similar. La historieta y los libros álbum pueden ser muy buenos aliados. Seguramente que si también les ofrecemos herramientas que los preparen para detenerse y aprender a observar el rumbo que proponen las imágenes, puedan incorporar nuevos códigos para desmenuzar lo que están viendo. Las imágenes, tanto solas como en relación a su vínculo con los textos, pueden diversificar los niveles de lectura en una obra de cualquier género".

Albatros y Calibroscopio son de las editoriales que decidieron hacer del arte, también, contenido del libro. La primera eligió a Berni, a Emilio Pettoruti y a Xul Solar. Calibroscopio, dentro de su colección "Pinta tu aldea", también editó un libro sobre Xul, otro sobre Quinquela Martín y prepara uno sobre Molina Campos. "Para nosotros era un desafío", cuentan los editores, "no queríamos imitar el arte de Quinquela, adaptarlo a los niños. Entonces para narrar su vida decidimos trabajar con documentos, mapas intervenidos por la ilustradora Paula Adamo, y al final incluimos reproducciones. Tampoco queríamos plantear algo pedagógico, por eso para los textos no recurrimos ni a una maestra ni a una investigadora, sino a una escritora, Didi Grau." El resultado –tanto en el de Quinquela como en Xul Solar– es la recreación de un clima.

Los libros ilustrados y el libro álbum son para el niño la puerta de entrada a dos lenguajes: el literario y el visual. Los ayudan a adquirir competencias que harán a su vínculo con el arte y el diseño sí, pero también y sobre todo, con diferentes maneras de decir el mundo. "Herramientas de narración", dice Isol. "Esa gimnasia compartida con el lector, no puede sino hacer bien al fluir de la vida. Los niños nacen con ese fluir, no están esperando que algo sea de tal o cual manera, en principio. Y sus dibujos hablan de maneras a la vez sutiles y gritonas de sus sentimientos, miradas del mundo, movimientos vitales. Lo previsible y aburrido llega después. El pensamiento artístico busca volver a conectar con ese canal, que lleva a los grandes descubrimientos personales, no comunitarios o socialmente impuestos. Si algo de esto queda en la obra, se nota."
 
Por: CAROLINA ESSES

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